“Aceptarse es la posibilidad de dialogar de verdad con uno mismo, sin engaños ni pactos con la mediocridad, sino estimulando en ese diálogo un crecimiento y apertura personal.”
José Antonio García-Monge
José Antonio García – Monge 1 refiere que “aceptarse necesita autoestimarse, sin autoestima es casi imposible aceptarse”. Así, la aceptación personal se ve favorecida por una adecuada autoestima en una relación directamente proporcional: a mayor autoestima, mayor aceptación personal. “Si no nos aceptamos es que no nos estimamos”, apunta también García-Monge (2009), haciendo alusión a que la ausencia de aceptación y la presencia de un sentimiento de valía desfavorable (“si no nos queremos” en términos cotidianos), podrán favorecer la búsqueda compulsiva de afecto, pudiendo incurrir en dinámicas interpersonales que promueven relaciones más serviciales o de sumisión.
En esta línea, otros autores también han establecido una relación entre la autoestima y la aceptación, llegando a confirmar algunos de ellos la existencia de una mayor dificultad para la aceptación en aquellas personas que cuentan con una “autopercepción” de poca valía. Este concepto de “autopercepción” se ha expandido y popularizado durante los últimos años, y ha sido definido como “la valoración que realiza la persona sobre su propia valía”, cuyo índice vendrá determinado por una diversidad de factores tales como:
las representaciones construidas a partir de las distintas vivencias de la persona y del feedback recibido de los individuos de su entorno,
las ambiciones y metas establecidas por la propia persona,
el grado de vigilancia o autoobservación hacia su propio desempeño.
García-Monge (2009) afirma así que “aceptar es ver el dato que rechina en una perspectiva más amplia”, en definitiva, se trata de considerar otros puntos de vista, ampliar nuestra visión, para lograr armonizar ese dato “que rechina” en el conjunto global que lo integra y dinamiza.
Tal y como afirma el autor, no somos dueños del acontecimiento, de la circunstancia o del hecho, sin embargo, sí lo somos de la interpretación que realizamos del mismo. Esa “interpretación” alude a un proceso de desarrollo personal donde nuestra propia visión de las cosas pueda quedar protegida de todos aquellos miedos, rechazos y expectativas frustradas capaces de influir negativamente en tal interpretación. Dicho proceso aúna el intercambio con el medio (el entorno) y el cambio personal que conlleva el crecimiento humano, adquiriendo una visión más amplia de las limitaciones y generando una mayor apertura al cambio. En síntesis, es ser conscientes de que todos somos limitados, nosotros mismos y los demás, y a la vez, todos estamos abiertos al cambio, a nuevas posibilidades humanas.
Aceptación personal y aceptación de los demás
Siguiendo con su argumentación, García-Monge (2009) también escribe literalmente “para aceptarme he necesitado ser aceptado”, con esta premisa, el autor hace especial hincapié en las consecuencias derivadas de vivencias de no aceptación generadas por el trauma que provoca el rechazo o la marginación. Tales experiencias traumáticas pueden influir notablemente en la relación que la persona establece con aquella característica o cualidad que ha provocado esa respuesta de rechazo en su entorno interpersonal y/o en su ámbito social, lo que generará una influencia sobre las dinámicas relacionales posteriores con otras características o cualidades de la propia persona.
Pese a todo, cabe la esperanza de una posible aceptación futura, apunta García-Monge (2009), una vez más a través de un proceso que requerirá un aprendizaje hacia una autopercepción más positiva, que integre esas características o cualidades no aceptadas, pero existentes, en una identidad personal unificada.
La aceptación: el proceso de tu desarrollo personal
En la vida nos iremos encontrando con etapas que no serán como deseamos, la única solución para que nuestro bienestar emocional no se vea muy alterado, es la instalar en nuestra vida la aceptación. Aceptar lo que no puedes cambiar es de vital importancia para que puedas seguir adelante y transformar tu vida. ¿Quién no ha deseado alguna vez que la realidad fuera otra diferente a la que está viviendo?, ¿quién no ha cometido algún error?, ¿a quién no le ha molestado la actitud o forma de vida de otra persona? Ante cualquier situación que te produzca malestar, analiza si puedes hacer algo para solucionarlo. De ser así, crea un plan de acción para mejorar tu vida, pero en el caso de que veas que no puedes hacer nada para cambiar algo, si quieres seguir adelante tienes que aceptar la realidad o sufrirás más de lo necesario. Luchar en contra de una realidad inamovible, será un gasto de energía inútil y dañina. Sólo desde la aceptación podrás seguir adelante sin estancarte.
¿Cómo aceptarse? ¿Cómo aceptar que lo mejor que ha pasado en nuestra vida es precisamente uno mismo?
Tienes que considerar que, aceptarse, repitiéndolo interiormente con asertividad, es no desear ser otro sino el mejor yo real posible. Pon tu energía al servicio de tu aceptación personal. Alégrate y da gracias a la vida por aquellas dimensiones tuyas que, aún no gustándote, forman parte de ti y sustentan tu existencia única, irrepetible, insustituible.
Aceptarse es la posibilidad de dialogar de verdad con uno mismo, sin engaños ni pactos con la mediocridad, sino estimulando en ese diálogo un crecimiento y apertura personal.
Aceptarse plenamente, una condición indispensable para sanar
Para sanar psicológicamente, es necesario ser capaz de aceptar nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestras conductas. La aceptación de todos ellos nos proporciona, por principio, tranquilidad y nos ayuda, además, a sentirnos mejor con nosotros mismos, a fortalecer nuestra autoestima.
No aceptarnos es, definitivamente, la principal causa de sufrimiento y lo que más daña el amor por uno mismo. Lo que lastima la autoestima es el rechazo de lo que sentimos, pensamos o hacemos.
Referencias:[1] José Antonio García-Monge (1934, Burgos, España), psicólogo y filósofo español, escribe e investiga la psicoterapia gestáltica desde 1970, y es autor de múltiples artículos y libros sobre psicología y psicoterapia.
Bibliografía:
García-Monge, J. A. (2009). Treinta palabras para la madurez. Bilbao: Desclèe de Brouwer.
